viernes, 28 de enero de 2011

Los familiares de los jóvenes saharauis que esperan un dictamen de la Audiencia Nacional insisten en las represalias que pueden sufrir.

LAS FAMILIAS DE LOS SAHARAUIS SOLICITANTES DE ASILO POLÍTICO DENUNCIAN LA PRESIÓN POLICIAL QUE SUFREN DESDE QUE SUS HIJOS TOMARON LA PATERA EL 5 DE ENERO.

“No me importa si le dan el asilo o no, lo único que pido es que no vuelva a El Aaiún”. Los familiares de los jóvenes saharauis que esperan en Barranco Seco un dictamen de la Audiencia Nacional del que depende su posible expulsión inmediata de España, insisten en las represalias que pueden sufrir si regresan, después de haber huido en patera. Y es que ellos mismos, nos cuentan, están siendo víctimas de una fuerte presión policial desde que sus chicos se marcharon.

También insisten en que no fue casualidad. Los 22 jóvenes que partieron de El Aaiún el pasado 5 de enero, para arribar a la isla de Fuerteventura tras 17 horas de travesía, lo hicieron con el beneplácito del ejército marroquí. Cuentan que por la zona de la playa desde la que embarcaron era imposible transitar sin que el ejército te exigiera la documentación. De repente, pasó a estar acordonada por los propios militares y, tres días después, sale la lancha. “Marruecos quiere que los jóvenes se vayan del Sahara Occidental”, argumentan algunos.

Eso sí, al día siguiente, muchas de las familias de los integrantes de esa patera recibieron la visita de la policía, cuya intención era hacerles firmar unos documentos “en los que negábamos que nuestros hijos tuvieran vinculación política alguna, o que hubieran participado en el campamento; parecía que querían eliminar eso como motivo de su huida de cara al asilo político”, explican.

Aparentemente, ninguno lo firmó. “También tenía huecos en blanco que uno nunca sabe cómo pueden rellenar ellos después”, apuntan, siempre sospechosos. Al margen de que, según han declarado los jóvenes al llegar a Canarias, esos son precisamente los motivos que les empujaron a subirse a la patera: el miedo y la represión que campa por El Aaiún desde el desmantelamiento de Gdeim Izik.

El Ministerio de Interior sólo ha admitido a trámite la solicitud de asilo de cinco de ellos; fuentes cercanas al caso aseguran que traían material fotográfico más contundente sobre la represión de la que han sido víctimas, de su paso por el histórico campamento. Pero al respecto algunos familiares apuntan que mucha gente en El Aaiún ha borrado de sus cámaras y teléfonos cualquier imagen o video de este tipo; porque allí la tensión no ha disminuido. Se conocen detenidos casi a diario, y “si te paran por la calle te revisan estas cosas, y es un problema que te pillen con algo así”. Por eso, al resto les puede resultar ya más complicado recopilar pruebas.

Sea como fuere, la Audiencia Nacional resolverá entre el viernes y el próximo lunes si admite la medida cautelarísima solicitada por los abogados de CEAR para paralizar la expulsión inmediata; y mientras, a sus madres en El Aaiún les consumen los nervios. Las de aquellos que tienen familiares en Canarias llaman a diario, nos cuenta uno de ellos, y sólo piden eso: que no regresen. “No pedimos el asilo, si España no quiere reconocer eso que no lo haga, pero que los lleven a otro país, o los dejen aquí a nuestro cuidado, cualquier cosa menos regresar”.

A las familias, después de negarse a firmar esos documentos, las ha seguido visitando la policía. “Llegan a intimidar, a insultar”, cuentan desde El Aaiún. A impedir cualquier reunión entre ellos, aunque sea para compartir noticias y darse ánimos. Pero peor, parece, pueden ser las consecuencias para estos jóvenes. De ser expulsados, lo serían con rumbo a Rabat, la capital marroquí. Allí la policía española se desentiende, y son ellos los que por su cuenta, deben desplazarse hasta sus casas. “Pero les van a estar esperando allí mismo”, farfullan con desánimo.
Y es que, si ser saharaui no es motivo suficiente para optar al asilo político de España, como declaró el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, el pasado martes, lo que estas personas defienden es que el hecho de haber llegado a Canarias y denunciar a Marruecos como estos chicos lo han hecho, les convierte, si no lo eran ya, en víctimas seguras.

Guinguinbali.

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