HAN VIAJADO DESDE EL AAIUN DEL SAHARA OCCIDENTAL (BAJO SOBERANÍA MARROQUÍ) HASTA LOS CAMPOS DE REFUGIADOS DEL DESIERTO ARGELINO PARA CONTAR SU HISTORIA. SON ACTIVISTAS SAHARAUIS, ASEGURAN QUE HAN SUFRIDO LA REPRESIÓN DE MARRUECOS Y QUE ESPERAN MÁS CUANDO VUELVAN A CAS, PERO LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN ESTÁN AHORA EN EL DESIERTO PARA CUBRIR EL FESTIVAL DE CINE SOLIDARIO FISAHARA.
¿Qué mejor ocasión para formular denuncias? El campamento de Dajla, donde se celebra el certamen, se convierte estos días en lugar de peregrinaje para los activistas del otro lado del muro en busca de foco mediático.
Ocurre cada año, cogen su pasaporte marroquí -Marruecos considera al Sáhara su territorio- y vuelan a Argel para recorrer en coche las cerca de cuatro horas que conducen al campamento. Pero este año es especial: se palpan en el ambiente las revueltas de la Primavera Árabe y los saharauis tienen la esperanza de que también sus vecinos marroquíes hagan tambalearse al régimen de Mohamed VI, mejorando en cascada la situación de su pueblo -expulsado de su tierra mediante la Marcha Verde de 1975-.
Mohamed Haddi, Mohamed Dahbi y Ambarez Daudi vivieron en primera persona la represión del campamento de Gdeim Izik, a las afueras de Tindouf, en el que se levantaron cerca de 6.000 haimas para reivindicar mejores condiciones de vida.
Dahbi, de 31 años, había sido uno de los organizadores. Llevaba 28 días en el campamento cuando comenzó la represión de Marruecos para desmantelarlo.
"Quemaron las haimas, tiraron agua hirviendo a mujeres y niños, fusilaron a gente y muchos quedaron inválidos", recuerda sin poder contener las lágrimas. Dice que la represión en la zona se ha recrudecido desde entonces: "Podemos tener un día tranquilo y luego cuatro o cinco de persecución. Hay espías civiles que le cuentan a la policía todo lo que hacemos y dónde estamos", afirma. Pero añade que no van a frenar sus reivindicaciones. Eso sí, pacíficas. Amenazan con huelgas de hambre masivas.
"Le dijimos a la ONU que respetaríamos el alto el fuego -sellado en 1991- y confiamos en ellos para que solucionen el conflicto. Hemos esperado muchos años y seguiremos haciéndolo", afirman con una fe que sorprende en un organismo que en 36 años no ha conseguido que Marruecos cumpla sus resoluciones y que acaba de renovar por un año su misión de paz en la zona, la Minurso, si atribuirle la vigilancia de los Derechos Humanos.
La deseperación de los jóvenes
Ésta es la postura que mantiene también el Frente Polisario -el partido gobernante en el exilio- y que cuestionan cada día más jóvenes de los campamentos. "Estamos hartos de estar aquí sin hacer nada. Preferimos morir por una bala que de aburrimiento", afirma uno de estos saharauis que reivindica las armas como salida al conflicto.
Son una generación que han nacido ya en los campos de refugiados y que no ve con buenos ojos la falta de acción de su Gobierno ni las mejoras en las condiciones de vida de unos campamentos que debían ser sólo una opción temporal. Su opinión contrasta con la de los activistas llegados del territorio controlado por Marruecos, hombres y mujeres que han pasado por prisión, como Daudi, que cuenta cómo en las cárceles los policías se afanan para humillarles. "Nos desnudan frente a nuestros padres o nuestros hijos. Nos hacen tomar comida de perro delante de gente que nos respeta...". Eso cuando el maltrato no pasa al plano físico.
Dentro de una semana, cuando el FiSahara termine y los españoles volvamos a casa, los activistas regresarán a sus hogares y los jóvenes se quedarán en los campamentos. Los primeros temen que la policía les esté esperando en el aeropuerto de Casablanca para detenerles. Los segundos temen seguir viviendo inactivos.
Raquel Quilez, enviada especial.
elmundo.es
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